«el amor no tiene edad, sobre todo cuando no ha podido consumarse…»
Miguel de León, La Laguna-Tenerife, 1956.
¿Qué lo impulsó a escribir?
«Fue un deseo de la adolescencia que nunca abandoné.»
¿Cómo fue el proceso de creación de Los amores perdidos, novela que dio a conocer PLAZA & JANÉS?
«El personaje del protagonista, Arturo Quíner, se fue abriendo hueco en mi mente de una manera muy diáfana hasta el extremo de tenerlo desarrollado en toda su dimensión antes de pensar en la novela. En ella tuve que cumplir además todas las condiciones que yo me había dicho que debería tener una hipotética primera novela mía, durante los años en que todavía no me había planteado ponerme a escribir. Una historia ubicada en Canarias, en un pueblo no demasiado grande, con nuestra gente retratada en su vida cotidiana, que recordara la época terrible que a nuestros padres les tocó vivir y que estuviera atravesada por una bonita historia de amor. Desde la primera idea sobre la novela hasta el día en que pude verla publicada pasaron veinticinco años. Es una obra que relata 60 años de historia, con más de 70 personajes y con tramas simultáneas que fusiona géneros muy diversos. No fue fácil de escribir. Superó muchas etapas de mi vida. Eso también la enriqueció.»
En «Los amores perdidos», Arturo ama inmensamente a Alejandra -algunos años más joven que él-. El protagonista vive este amor en silencio, no debe decirle que la quiere porque su amada es muy joven y debe ser libre. ¿Cree que hoy en día esta diferencia de edad en la pareja es fácilmente subsanable?
«En la época que se relata la novela no era una diferencia demasiado notable y en la actual, no hay más que fijarse bien para ver lo poco que a las parejas de hoy parece importarles. Aunque Alejandra es joven, Arturo también lo es, en su época no hubieran llamado la atención y en la actual creo que tampoco lo harían. Pero el amor no tiene edad, sobre todo cuando no ha podido consumarse. Y el de Arturo Quíner por Alejandra no sólo tiene el ingrediente de la pasión, que está y es muy fuerte. Es también un amor en el que intervienen convicciones profundas, él es un hombre de una pieza que no se dejará vencer por el instinto. Piensa que un día tendrá que decirle adiós y prefiere que ella pueda llevarse de él un hermoso recuerdo.»
¿Había escrito algo antes de «Los amores perdidos»?
«Sí, muchas cosas. Por lo general relatos cortos que siempre terminaron en la papelera a causa de mi miedo escénico. Aquellas historias todavía pueden regresar a mi memoria y son un buen cajón de sastre al que recurro a veces.»
Los personajes de sus novelas ¿son producto de su imaginación, o realmente utiliza el perfil de conocidos o amigos?
«Sólo son producto de la imaginación. Aunque en «Los amores perdidos» hay tres personajes reales que integré como parte del paisaje, sin desarrollo. Como es habitual en mí, personas muy queridas a las que quise hacerles un homenaje.»
Prosa templada y espléndida madurez. ¿Algo más para definir su estilo?
«Mi gran frustración cuando escribo es que mi estilo, en cualquiera de sus formas, y tengo muchas, me parece una bagatela. Me enamoro del estilo de cualquier otro, pero con el mío me cuesta quedar satisfecho y nunca lo consigo del todo.»
¿Cómo sale de los bloqueos?
«Interrumpo, lo retomo, vuelvo a interrumpir y retomar hasta que lo consigo. Cuando es infructuoso, dejo pasar algún día entre intentos.»
¿Qué es lo primero que hace cuando inicia una nueva obra? ¿Y cuando la termina? ¿Cuánto tiempo le dedica en general a la escritura? ¿Tiene algún horario?
«No suelo empezar hasta que tengo bien construida la historia en la cabeza. Así es más fácil evitar el bloqueo. Después trabajo sobre la estructura. A continuación trabajo sobre las viñetas, en trazos gruesos y, por último, la parte de afinado. Éste es un ir y venir, un cambiar de sitio y reescribir muy frecuente. El tiempo frente al teclado es la disciplina que más me cuesta seguir, pero en cuanto empiezo a verla a medio escribir, ya sé que tengo mi historia pronta para concluir. Termino, por supuesto, corrigiendo, y corrigiendo mucho.»
¿Cómo comenzó a promocionarse su obra?
«La promoción de Los amores perdidos la llevó Plaza y Janés. Yo me dejé llevar. Ellos me tuvieron durante tres semanas de promoción por Canarias y la península. De su mano me acogieron en emisoras y periódicos de alcance regional y nacional. Se celebraron ruedas de prensa con periodistas de toda España. Una muy dura en la sala de prensa de la editorial, con 12 periodistas de los medios nacionales más importantes.»
¿Cómo se siente siendo tan popular? ¿En cuántos sitios ha presentado la obra que lo dio a conocer?
«La popularidad no es lo que me complace. Cuando me reúno con lectores, en grupos pequeños, haciendo un corro en el que todos puedan participar, sin sentirme centro de lo que se habla, suelo acabar muy satisfecho. De estos encuentros he celebrado muchos aquí y en la Península. De vez en cuando todavía me llaman de alguna emisora de la Península para preguntarme sobre el libro. Por alguna razón que no llego a desentrañar, más del norte que del sur o de Madrid.»
Ordenador o papel y boli. ¿Tiene alguna manía a la hora de escribir?
«Papel y lápiz para las notas, ordenador para escribir textos elaborados. Mi principal manía es que no tolero el ruido en ninguna de sus formas. Me gusta escribir en la penumbra de mi habitación, con una luz muy tenue.»
¿Qué autores componen su biblioteca personal?
«Casi todos clásicos. Muy pocos autores contemporáneos. Soy muy anárquico en lo que leo en todos los aspectos. Tengo etapas de leer mucho y otras de absoluta sequía. Y siempre termino regresando a mis viejos amigos, los autores de toda la vida.»
¿Además de escribir, ¿qué otra afición tiene?
«Por supuesto, leer; el cine, caminar, aprender a dibujar, la música mientras escribo…»
¿Algún proyecto encaminado? ¿Nos puede adelantar de qué se trata?
«Tengo muy avanzada una segunda novela. Una historia poblada por un abanico de personajes con experiencias vitales desgarradoras. Doy forma a una colección de relatos cortos, ya escritos, pero no publicados y un proyecto para tres novelas de menor extensión. Veremos si me da tiempo para tanto.»
Confiese: ¿algún amor perdido?
«¡Confieso, confieso! Muchos.»