La tradición de engalanar altares y cruces tiene un origen que mezcla lo pagano y  el simbolismo cristiano importado por los colonizadores del archipiélago

Por: Manuel Jesús Hernández González  | www.lhorsa.com

 

Los Realejos, considerado el municipio con más fiestas de España, se muestra durante el quinto mes del año como escaparate donde se engloban varias festividades religiosas y populares que tiene como punto de salida la festividad de la Invención de la Santa Cruz el día 3 de mayo.

En ella, la devoción al símbolo del cristianismo se expresa con olorosos y coloridos altares de flores, decoraciones en calles y plazas, concluyendo con efímeros castilletes de fuegos artificiales que engalanan de luz, cromatismo y estruendos la noche del tercer día del mes de la primavera florida.

Pero todo tiene un origen. El cristianismo convierte la cruz en su símbolo, confluyendo la crucifixión y el bagaje simbólico que tiene la cruz desde la antigüedad, evidenciando las relaciones entre el árbol de la vida y la cruz. Una dicotomía de elementos opuestos que convergen en ella. De ahí que encontremos una adaptación de festejos paganos relacionados con el culto al árbol que renace en la primavera y por tanto en el mes de mayo, con una de las fiestas más populares a la Santa Cruz, la Invención. En esta celebración, la Iglesia conmemora el hallazgo de la Vera Cruz por parte de santa Elena, madre del emperador Constantino, quien dedicó parte de su vida a buscar la cruz donde murió Jesucristo. Por tanto, esa relación entre la cruz y el árbol es evidente en esta fiesta, contando con reminiscencias que perduran en la usanza inveterada de los pueblos, como es el propio color verde con el que vemos pintadas muchas cruces, clara alusión a esa concurrencia de tradiciones. Algunas de ellas manifestadas en lo largo y ancho de la geografía peninsular desde tiempos ancestrales, encontrándonos complejas manifestaciones festivas donde se entremezcla lo pagano y lo cristiano, teniendo como centro la cruz, como nuevo árbol – mayo. Es frecuente encontrar variopintas celebraciones a lo largo de la geografía peninsular en las que permanecen presentes ambos componentes. Especialmente la región de Castilla, Extremadura y Andalucía son exponentes de la fiesta a la Cruz de mayo, lugares estos donde podemos encontrar el origen de las celebraciones y ritos festivos llegados a Canarias durante la colonización del Archipiélago.

Esta devoción a la Santa Cruz está relacionada con la mentalidad religiosa de siglos pasados, la influencia de las órdenes religiosas (especialmente la franciscana), y la labor desarrollada por las cofradías de la Santa Vera Cruz y Misericordia, entre otras circunstancias. En el caso de Los Realejos, esta particular proliferación de cruces se debe en su mayoría a estos motivos, pues era frecuente la sacralización de lugares, de ahí que encontremos cruces en caminos, en sus comienzos y pasos peligrosos, en las fuentes, o en las entradas de las casas. Pero que además se complementan con la propia labor de las órdenes religiosas, con la colocación de las catorce cruces para realizar el piadoso ejercicio del vía crucis, la difusión cultual por parte de las cofradías, o la colocación de cruces por hechos luctuosos de muertes. Todo ello explica que en la localidad nos encontremos con la Cruz del Guindaste sobre una roca dentro del mar, la Cruz de Fregel o de la Degollada sobre los dos mil metros de altitud al borde de Las Cañadas, la Cruz de la Montaña del Fraile rematando la cima de este monumento natural, y la Cruz de la Corona que, cobijada en su templete, domina el Valle.

La fiesta de la Cruz de mayo en Los Realejos es un hecho festivo en continua evolución, adaptado a los tiempos y a las circunstancias. Pero sin perder su carácter devocional expresado en el culto privado a la Santa Cruz dentro del seno de las familias con altares permanentes en algún lugar de la casa, en el exterior de ella y en capillas. Especialmente el núcleo de la Cruz Santa conserva esa íntima devoción a la Cruz pues no queda casa que no tenga un Santo Madero que veneran durante todo el año. En este lugar hay constancia desde la primera mitad del siglo XVII de la existencia de una ermita dedicada a la Vera Cruz en una zona próxima al barranco de La Raya. Un espacio sacro con un origen envuelto en leyenda, pues según se ha transmitido de generación en generación un jinete encontró fortuitamente un madero y ordenó construir una pequeña capilla que posteriormente daría paso a una edificación de mayores proporciones. La actual iglesia de la Santa Cruz es una fábrica del siglo XVIII y trasladada de su anterior ubicación, conservando en su interior en estuche de madera y metal resto de esa primitiva cruz que presidió la antigua ermita. Es visita obligada el día 2 y 3 de mayo recorrer las más de ochenta cruces que se contabilizan en toda esta zona, esparcidas por calles, casas, capillas y caseríos, todas efusivamente adornadas.

En el entorno urbano del Realejo Alto, la fiesta se sustenta en el “pique” entre los vecinos de las calles de El Medio y El Sol. Una rivalidad que surge siglos atrás en la celebración festiva de las respectivas cruces existentes en la calle, lugar de encuentro vecinal, religioso y cultural de la zona donde se fue estableciendo una identidad propia, de ahí el sentimiento vecinal que se expresa en la actualidad. Todo ello fructificó en ese enfrentamiento sano entre los vecinos por tener mejor adornado el altar de la capilla, las decoraciones de las calles, y posteriormente por tener la mayor cantidad de voladores. Pero como toda expresión popular y festiva está supeditada al contexto histórico, religioso, económico, político y cultural del momento. La fiesta ha ido variando y aparte de estos elementos propios del pique se han adaptado a los tiempos. En este contexto aparecen los castillos de fuegos de artificio, culmen del imaginario festivo, y que en los últimos años la innovación en cuanto a la labor pirotécnica se ha visto acrecentada con nuevas tecnologías. Dos empresas son las responsables de ofrecer la noche del 3 de mayo un derroche de color y luz, los Hermanos Caballer [Valencia] por la calle de El Medio y los Hermanos Toste de Los Realejos en la calle El Sol, ésta última heredera de una arraigada tradición en el municipio.

Con todo ello, la Cruz de mayo en Los Realejos es una simbiosis de herencia, sentimiento, devoción y religiosidad popular que permanece en estos núcleos citados del Realejo Alto y la Cruz Santa pero que se extiende a lo ancho y largo de la localidad en sencillas pero sentidas muestras de piedad y veneración a la Santa Cruz.